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¿Por qué nombrarnos Brujas?

Esta es una pregunta que desde hace unos años me he hecho. Para mi, como mujer feminista transitando desde hace tiempo un camino espiritual, ha sido muy revelador entender el origen de esta palabra para así permitirme utilizarla y proclamarme parte de ella.


Tengo que confesar que sucedió algo mágico cuando me autonombré bruja, me regaló un entendimiento del poder que porto todos los días y también hizo comprenderme y conocerme como nunca antes. Entendí que todo lo que siento, pienso e imagino tiene raíces mas profundas de lo que yo creía.


Es por lo anterior que me gustaría compartirles un poquito sobre lo que he aprendido y lo que pienso sobre las brujitas que estamos despertando al gran llamado del sagrado femenino en esta nueva era. Este es el primero de muchos blog-posts sobre esto.


Antes de convertirse en una reivindicación feminista, incitación a la imaginación o en un título honorífico, el término “Bruja” había sido la peor marca para una mujer. Esta acusación valió la tortura y muerte de miles de mujeres en las cacerías de brujas que tuvieron lugar en los siglos XVI y XVII alrededor del mundo (contrario a la creencia popular, no solo hubo cacerías de brujas en Europa, también las hubo en sus colonias con una mayor saña).


Los juicios por brujería descansaban sobre acusaciones -vuelos nocturnos para asistir a los Sabbats, pactos y cópulas con el diablo- que arrastraron a mujeres hacia consecuencias horribles. Las cazas de brujas contribuyeron a moldear el mundo en el que vivimos hoy al terminar con familias enteras, hacer reinar el terror, reprimir sin piedad ciertos comportamientos y prácticas que de ahí en adelante se considerarían como intolerables.


La demonización de las mujeres en esa época tuvo mucho en común con el antisemitismo. Se hablaba de “Sabbat” o de “sinagoga” de brujas; se decía que conspiraban, como las personas judías, para destruir la cristiandad. Sin embargo, durante mucho tiempo las acusaciones de brujería eximieron a las clases altas, la gran mayoría de las víctimas pertenecían a clases populares y quedaron en manos de instituciones completamente masculinas (interrogadores, sacerdotes, pastores, torturadores, jueces y verdugos). Los hombres, o sus familias, rara vez asumían su defensa, cuando no se unían a los acusadores. Otros hombres, aprovechaban el clima de sospecha generalizada para liberarse de esposas o amantes no deseadas, o simplemente para vengarse de mujeres que habían violado o tratado de seducir.


Muchas de las acusadas eran también magas y curanderas, mujeres que hacían hechizos, pócimas, herbolaria, limpias, curaban enfermos y eran parteras. Representaban el único apoyo que el pueblo tenía y al cual podía acudir. Sin embargo, cualquier cabeza femenina que sobresaliera podía resultar sospechosa para el cazador de brujas. Contestarle a un vecino, hablar en voz alta, tener carácter fuerte o una sexualidad libre bastaba para ser sospechosa de brujería. Cada comportamiento y su contrario podían volverse contra ellas: era sospechoso faltar a misa demasiadas veces, pero también era sospechoso no faltar nunca; era sospechoso reunirse con amigas pero también lo era ser solitaria.


Después del arresto, las acusadas eran desnudadas, afeitadas y entregadas a un “pinchador” que buscaba escrupulosamente “la marca del diablo” hundiendo agujas en el cuerpo de la mujer. Cualquier mancha, cicatriz o irregularidad podía servir como prueba.


Las cazas de brujas también permitieron realizar la división sexual del trabajo que requería el capitalismo: el trabajo remunerado era exclusivo de los hombres y traer al mundo y educar a la futura “fuerza laboral” era el papel de las mujeres. Esta asignación persiste hasta el día de hoy.


Al apropiarnos de la historia de las mujeres acusadas de brujería, las feministas buscamos perpetuar la revolución y al mismo tiempo reivindicar el poder aterrador que por muchos años les atribuyeron los jueces a las mujeres. “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”.


La brujería es una práctica mágica, no tiene necesidad de estar acompañada por un culto religioso sino que se puede coexistir perfectamente con el. No hay incompatibilidad fundamental, encontramos hoy en día brujas de las grandes religiones monoteístas (cristianas, musulmanas, judías), brujas agnósticas pero también brujas de las religiones paganas y neopaganas (politeístas, wiccanas, helenistas, etc).


Los descubrimientos mas recientes convergen con las intuiciones que han tenido las brujas durante siglos. Describe Starhawk, que la física moderna no habla de átomos separados y aislados de una materia muerta, sino de oleadas de flujos de energía, de probabilidades, de fenómenos que cambian cuando se les observa; reconoce aquello que los chamanes y las brujas siempre supieron: que la energía y la materia no son fuerzas separadas, sino formas diferentes de lo mismo.


Hoy la independencia y autonomía de las mujeres, incluso cuando es reconocida jurídica y materialmente, sigue causando sospecha. El núcleo de la identidad de una mujer sigue estando directamente relacionada con el vínculo que tiene con un hombre o con sus hijxs y por otro lado, se sigue educando a las niñas a desconfiar de la soledad.


La magia es arte y el arte es magia. La magia consiste en manipular símbolos, palabras o imágenes para producir cambios de conciencia. Sea que intensiones tu infusión herbal, tu baño de hierbas, tu cuarzo, vela o incienso, esa pausa que haces para ponerle una intensión, es la base de la magia, la base de utilizar tu poder. El sintonizarte con tu ciclo menstrual puede llegar a ser de las cosas mas poderosas que hagas para estar abierta a escuchar tu propia intuición, el saber escuchar a tu cuerpo da la entrada a que escuches tus mas profundos deseos. Entrar en tu mente y aprender a discernir entre lo que es ego y lo que es verdadero puede ayudarte a entender mejor tu vida.


Todo esto es lo que las mujeres venimos haciendo desde hace mucho tiempo, no nos entendieron y nos llevaron a la hoguera, pero es momento de salir y mostrar nuestros poderes, nuestra autonomía, es momento de dejar de tener miedo a ser quienes somos y mostrar lo que tenemos que aportar en este mundo tan lastimado y olvidado.


Es por todo esto que para mi el nombrarnos brujas es un acto de rebeldía, de reivindicación y sobretodo de poder. Ha llegado la hora de que las mujeres (re)clamemos nuestro poder, lo (re)conozcamos y lo pongamos al servicio de nuestros sueños y por supuesto de toda la humanidad.


En @planthijasmx te ayudaremos a seguir descubriendo la Bruja que llevas dentro.


Síguenos y comparte este blogpost a tu Bruja de confianza.



Bibliografía:


“Calibán y la bruja” de Silvia Federici

“Brujas, la potencia indómita de las mujeres” de Mona Chollet

“La bruja verde, guía completa de magia natural con hierbas, flores, aceites esenciales y mas” de Arin Murphy-Hiscock





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